Abro los ojos y miro el reloj, 4:36 am. Bueno, al menos pude descansar unas horas. No tiene caso intentar dormir, sé que no lograré conciliar el sueño. Mi mente es como un disco rayado, repitiendo una y otra vez el mismo verso de la misma canción. Sé que una vez que empieza, no hay manera de hacer que se detenga, en cuanto cierre los ojos, la pesadilla regresará. La misma pesadilla de siempre. Puedo verla mirándome, una expresión de dolor plasmada en su rostro, y yo puedo sentir como se encoge mi corazón. Mi mente entra en estado de alerta, sé que debo arreglarlo, disculparme, decirle que nada de lo que dije era verdad, pero no hay tiempo, antes de que pueda articular una sola palabra escucho el claxón del trailer justo antes de impactarse contra nosotros.
Los primeros siete meses luego del accidente me despertaba gritando y llamándola. Ahora solo me despierto empapado en sudor, sintiendo un escalofrío recorrerme el cuerpo. La pesadilla no es el sueño en sí, es el despertar sabiendo que es verdad. Probablemente suene tonto pero una parte de mi piensa que quizás si un día lograra decir algo en el sueño antes del impacto, si al menos pudiera tomar su mano para que ella supiera que nada era verdad, entonces tal vez ella despertaría.
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